Fue el Viernes Santo, desde el balcón de La Encina, junto a saeteras enfadadas porque sus amigos no
sabían donde estaba la calle en la que iba a cantar...
Fue después de que nos dijeran que no a
Eva y a mi una primera vez, cuando al rato nos llamaron para poder subir.

Esta fue la más graciosa, por el gesto, y por el hecho de ver nazarenos desde alto, creo que nunca lo había hecho de esa forma.
Fue la más graciosa; de las
mías, de las más originales; aunque no fue de las más bonitas de ese balcón.